Puertas cerradas: así permanece el edificio de Tata desde el miércoles 13 pasado. En su interior, sólo permanece personal de seguridad y el reclamo de los trabajadores.
En los informes que se han ido presentado a lo largo de la
pasada semana sobre el conflicto acaecido tras el fracaso de los intentos de
conformar una mesa de diálogo tendiente a solucionar los problemas salariales y
laborales de los empleados, mostraron la desidia e indiferencia de la
dirigencia empresarial.
La soberbia y desdén que la caracteriza halló un enorme escollo que nunca se hubiese imaginado: por unanimidad, los empleados optaron declararse en huelga por tiempo indeterminado hasta tanto la gerencia escuche sus reclamos.
Además del amplísimo apoyo y participación de los empleados de Tata a la huelga, ¿por qué el sentido histórico de este episodio de reclamo? Nunca antes se dió que un paro implique montar un campamento donde los informáticos hayan llevado el reclamo a una vigilia absoluta. Y ya van seis días. En esto se diferencia de otros episodios de las primeras, y también históricas huelgas a IBM, Sonda y Falabella, de las cuales las dos últimas concluyeron con significativas conquistas cuya consecución pocos veían factible dado el carácter de “viento en contra” que la opinión pública veía en el recién nacido sindicato.
El campamento
Desde el momento que se planteó la huelga como paso próximo al fracaso del intento de diálogo, también se planteó sostenerlo en el tiempo dada la esperable soberbia de los gerentes de Tata frente al más que legítimo reclamo. Numerosas veces en las recientes publicaciones se destaca el total apoyo de los empleados, que no sólo han cesado sus labores, sino que se hacen presentes día y noche en el campamento informático montado en Parque Patricios.
Desde el primer día de la huelga, y como es de esperar, varios gerentes trataron de disuadir en la continuidad de la misma, solicitando incluso una tregua. Era de esperar que sus expectativas ronden en torno a que al finalizar el día se levante la protesta. Esas expectativas cayeron en saco roto al ver que se armaba una tienda de campaña en la plaza frente a la empresa, al mismo tiempo que la logística incluía otros elementos típicos de un camping, como las conservadoras, el mobiliario de campamento, la cocina portátil e incluso un grupo electrógeno para alimentar la iluminación durante la noche, y por qué no también radio y televisor. El campamento está incluso apoyado por los propios vecinos que, lejos de molestarse, se acercan a compartir conversaciones, comidas y anécdotas, al igual que lo hacen familiares y amigos de los empleados.
Nuevamente, y a modo de recordatorio, la medida no cesará hasta tanto la empresa no acepte mejorar las condiciones de sus empleados según las demandas que oportunamente fueron elevadas y tantas veces ignoradas. A propósito de todo esto, se recuerda el comunicado que se publicó la semana pasada para los empleados de Tata donde se hace hincapié en recomendaciones ante posibles acciones y/o represalias por parte de la empresa